El dilema de Michel

El entrerriano, por sus características, probablemente esté pronto en la primera plana del peronismo nacional, pero esa posición puede jugarle en contra en su propia tierra.

Algo pasó en Entre Ríos a partir de 2013, cuando por última vez el peronismo ganó en la provincia una elección nacional. Hasta ese momento, Sergio Urribarri tuvo éxito haciendo kirchnerismo explícito y mostrándose como un aliado incondicional de Cristina Fernández de Kirchner. Ya en 2015 el panorama fue distinto y, desde entonces, se presentó un fenómeno en el cual el peronismo como propuesta provincial ganaba (hasta 2023) mientras que, en el plano nacional, los entrerrianos le daban la espalda con contundencia.

Este fenómeno, cuyas causas aún deben analizarse, fue haciendo que el peronismo entrerriano se fuera aggiornando y adquiriera matices respecto de las conducciones nacionales: un proceso de creciente provincialización.

El peronismo, a nivel nacional, hegemonizado por el cristinismo —por Cristina Fernández de Kirchner y por dirigentes en definitiva ligados a ella— no tiene buena recepción en la provincia. De ahí se explica que los dirigentes entrerrianos vinculados a CFK no tengan una percepción positiva entre la mayoría de sus conciudadanos. Esto se observa en las listas, en las que rara vez encabezan o disputan cargos ejecutivos.

El correlato de esto es que los peronistas que mayor éxito han tenido en el electorado de la provincia desde 2013 hasta acá han sido dirigentes moderados, más vinculados a la ortodoxia, como Gustavo Bordet, Adán Bahl, Rosario Romero, Enrique Cresto y Fuertes, entre otros. La única excepción, quizás, fue Martín Piaggio, que de todas maneras exhibió siempre un kirchnerismo moderado.

Nadie que conozca sus orígenes, su pensamiento y su trayectoria puede decir que Guillermo Michel es un dirigente kirchnerista ni cercano a CFK. El contador oriundo de Gualeguaychú es del riñón de Sergio Massa, posee una visión de centro y más ortodoxa, y es ciertamente resistido por sectores del mundo K en la provincia.

Sin embargo, sucede que, como le ocurrió a Massa en 2023 y como reflejaron las últimas elecciones, todo lo que toma protagonismo en el peronismo a nivel nacional automáticamente es percibido por el electorado como kirchnerista y asociado a la figura de la expresidenta. El Gobierno y los adversarios del kirchnerismo, con lógica, también incentivan esta apreciación y no tardan en tildar de “kuka” a todo tipo de dirigentes, independientemente de los matices y diferencias que tengan con CFK.

Ante este panorama, será difícil que el dirigente —uno de los principales emergentes del peronismo a nivel nacional— alcance al mismo tiempo un alto nivel de conocimiento y aceptación en el país y consolide una imagen positiva en la provincia. Salvando las distancias y diferencias entre los actores, Agustín Rossi —histórico jefe de bancada del kirchnerismo en Diputados, ministro en reiteradas ocasiones y protagonista de la política nacional— nunca pudo convertir su proyección nacional en competitividad provincial. Al contrario, esa proyección se volvió un lastre.

Por eso, la pregunta de fondo es cuáles son realmente sus intenciones y aspiraciones.

¿Está delineando un proyecto provincial propio, que requeriría mantener distancia del escenario nacional? ¿O sus apuestas y expectativas se orientan al ámbito nacional, aun sabiendo que eso puede erosionar su competitividad en la provincia?

Ese es, en definitiva, el dilema de Michel: crecer a nivel nacional en el peronismo hoy puede restringir sus perspectivas en la provincia. Por ahora, el oriundo de Gualeguaychú trata de instalar su agenda alternativa al gobierno nacional y al kirchnerismo: reformas y discusiones sí, pero con una perspectiva peronista. Quienes lo conocen un poco más resaltan que “a Guillermo le gusta dar todas las discusiones y estar en todos lados; no especula, va a hablar de temas provinciales y nacionales por igual”.